lunes, 23 de mayo de 2016

Dejando Huella



Cuando inicie la primaria, mis papás me pusieron en un colegio grande. Recuerdo mi primer día iba muy asustada y que mi maestra de inglés que era la encargada de mi sección fue muy amorosa.  Disfrutaba mucho de sus clases y aprendí bastante con ella pero algo terrible cuando llegaba la hora de español. Mi maestra de español tenía una paleta celeste con la que nos amenazaba.  La clase más difícil era matemáticas y se enojaba tanto cuando no entendíamos.  Al final del año tuve sentimientos encontrados porque iba extrañar a mi maestra de inglés pero feliz porque no iba volver a recibir clases con la otra maestra.    A mi maestra de inglés todavía la miro y la saludo con mucho cariño.
Les aseguro que mientras leía mi historia aparecieron recuerdos en su mente.  Así que les pido que hagan lo siguiente: Recuerden a ese maestro con el que disfrutaban recibir clase. ¿Cómo se sentían?     Ahora recuerden ese maestro con el que no volverían a su clase. ¿Cómo se sentían?
Si relacionamos esto con la frase de Maya Angelou nos daremos cuenta que es cierto los sentimientos que nos despiertan las personas están allí cuando las traemos a nuestra mente.
Nuestro reto como maestros es generar un ambiente en el aula en el que nuestros alumnos sientan libertad de expresar sus sentimientos, emociones a través de las experiencias que viven en el día a día.  Recordemos que el rol que desempeñamos hoy es el de facilitadores.
Para crear este ambiente es importante el desarrollo de la confianza, que ellos sientan que pueden ser vulnerables y que pueden pedir ayuda o preguntar cuando lo necesiten.   Durante mis primeros años de maestra recibí un consejo de la psicóloga del área.  Ella decía que uno como maestro debí proponerse platicar con un alumno diferente cada día de la semana. Esto le ayudaría a uno para establecer esos lazos de conexión que permiten llegar al corazón de sus alumnos.  Una actividad que me gustaba realizar con mis alumnos era el círculo de conversación. Me gustaba hacerlo los lunes nos sentábamos en círculo y utilizábamos una varita de estrella para designar al expositor. A todos los niños les tocaba su turno y compartían con el grupo sobre su fin de semana, algo emocionante que sucedería en su familia o una preocupación.  Esto me ayudaba para que los niños aprendieran a conocerse y al mismo tiempo ser empáticos entre ellos.
Las reglas de convivencias son importantes y sobre todo que los alumnos las tengan claras así como las consecuencias por no respetarlas.  El ser consistentes en aplicarlas ayudará que ellos sepan que no pueden pasar el límite y que si las respetamos todos vivimos en armonía.

Muchas veces en el día a día es difícil tener ese tiempo para escucharlos, en ocasiones mientras refaccionan o durante el recreo pueden escuchar si ellos necesitan contarles algo en particular.    Para ellos será significativo saber que lo ellos tienen que decirles es importante para ustedes.  Les encanta que recuerden esos detalles de lo que les contaron y les pregunten.

En mi experiencia con niños pequeños, ellos les muestran su amor compartiendo con un pedacito (literal) de su fruta, pan o lo que lleven de refacción o con un dibujo que hacen para ustedes. Valoran que aprecien lo que ellos les dan.  Siempre en mi clase hacía un mural con sus dibujos.  Mis alumnos se sentían importantes y cuando llegaban sus papás a la clase se las enseñaban.

Un maestro siempre deja huella en sus alumnos, pero cuando los recuerden ¿Qué sentimientos y emociones quieren que se despierten en sus alumnos?

Nuestro reto debe ser que cuando pasen los años y nuestros alumnos nos encuentren, corran hacia nosotros a darnos un abrazo y nos digan que nos recuerdan con cariño.   

Les invito a compartir sus experiencias respecto al tema ¿Qué huella han dejado en sus alumnos?, esto nos ayuda para ampliar más el tema y que aprendamos unos de otros.

Para consejos, asesorías psicopedagógicas o charlas pueden comunicarse conmigo al correo arbarreruiz@gmail.com  

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