Cuando
inicie la primaria, mis papás me pusieron en un colegio grande. Recuerdo mi
primer día iba muy asustada y que mi maestra de inglés que era la encargada de
mi sección fue muy amorosa. Disfrutaba
mucho de sus clases y aprendí bastante con ella pero algo terrible cuando
llegaba la hora de español. Mi maestra de español tenía una paleta celeste con
la que nos amenazaba. La clase más difícil
era matemáticas y se enojaba tanto cuando no entendíamos. Al final del año tuve sentimientos
encontrados porque iba extrañar a mi maestra de inglés pero feliz porque no iba
volver a recibir clases con la otra maestra.
A mi maestra de inglés todavía la miro y la saludo con mucho cariño.
Les
aseguro que mientras leía mi historia aparecieron recuerdos en su mente. Así que les pido que hagan lo siguiente: Recuerden
a ese maestro con el que disfrutaban recibir clase. ¿Cómo se sentían? Ahora recuerden ese maestro con el que no
volverían a su clase. ¿Cómo se sentían?
Si
relacionamos esto con la frase de Maya Angelou nos daremos cuenta que es cierto
los sentimientos que nos despiertan las personas están allí cuando las traemos
a nuestra mente.
Nuestro
reto como maestros es generar un ambiente en el aula en el que nuestros alumnos
sientan libertad de expresar sus sentimientos, emociones a través de las
experiencias que viven en el día a día.
Recordemos que el rol que desempeñamos hoy es el de facilitadores.
Para
crear este ambiente es importante el desarrollo de la confianza, que ellos sientan
que pueden ser vulnerables y que pueden pedir ayuda o preguntar cuando lo
necesiten. Durante mis primeros años de
maestra recibí un consejo de la psicóloga del área. Ella decía que uno como maestro debí
proponerse platicar con un alumno diferente cada día de la semana. Esto le ayudaría a uno
para establecer esos lazos de conexión que permiten llegar al corazón de sus
alumnos. Una actividad que me gustaba
realizar con mis alumnos era el círculo de conversación. Me gustaba hacerlo los
lunes nos sentábamos en círculo y utilizábamos una varita de estrella para
designar al expositor. A todos los niños les tocaba su turno y compartían con el grupo sobre su fin
de semana, algo emocionante que sucedería en su familia o una
preocupación. Esto me ayudaba para que
los niños aprendieran a conocerse y al mismo tiempo ser empáticos entre ellos.
Las
reglas de convivencias son importantes y sobre todo que los alumnos las tengan
claras así como las consecuencias por no respetarlas. El ser consistentes en aplicarlas ayudará que
ellos sepan que no pueden pasar el límite y que si las respetamos todos vivimos
en armonía.
Muchas
veces en el día a día es difícil tener ese tiempo para escucharlos, en ocasiones
mientras refaccionan o durante el recreo pueden escuchar si ellos necesitan
contarles algo en particular. Para ellos será significativo saber que lo
ellos tienen que decirles es importante para ustedes. Les encanta que recuerden esos detalles de lo
que les contaron y les pregunten.
En
mi experiencia con niños pequeños, ellos les muestran su amor compartiendo con
un pedacito (literal) de su fruta, pan o lo que lleven de refacción o con un
dibujo que hacen para ustedes. Valoran que aprecien lo que ellos les dan. Siempre en mi clase hacía un mural con sus dibujos. Mis alumnos se sentían importantes y cuando
llegaban sus papás a la clase se las enseñaban.
Un
maestro siempre deja huella en sus alumnos, pero cuando los recuerden ¿Qué sentimientos
y emociones quieren que se despierten en sus alumnos?
Nuestro
reto debe ser que cuando pasen los años y nuestros alumnos nos encuentren,
corran hacia nosotros a darnos un abrazo y nos digan que nos recuerdan con
cariño.
Les
invito a compartir sus experiencias respecto al tema ¿Qué huella han dejado en sus alumnos?, esto nos ayuda para ampliar
más el tema y que aprendamos unos de otros.
Para
consejos, asesorías psicopedagógicas o charlas pueden comunicarse conmigo al
correo arbarreruiz@gmail.com